Bendito sea el día ¡Por
fin! Estamos en Europa, por demérito de nuestros perseguidores o por
nuestra decente primera vuelta de campeonato (más bien convergencia
de ambas), pero estamos. Todo esto amparados por las gradas populosas de San Siro , para ver un partido gris, como suele ser habitual últimamente.
Es cierto que no merecimos ganar ante un Bologna que no inquietó la meta de Donnarumma, pero tampoco nos quería sellar “la visa europea”. Muchas imprecisiones, ansiedad más que evidente y un juego ralentizado por los centrales rossoneros, que se dedicaban a mover el balón de un lado al otro. El mediocampo del Milan sigue dejando mucho que desear, donde vimos a un Montolivo de prestación aceptable, acompañado por Pasalic, de horrendo partido; y Bertolacci. Sigo sin comprender el idilio que tiene Vincenzo con el joven jugador croata, nunca ha aportado nada que no puede aportar, de forma más efectiva, Locatelli o "Matigol". En el ataque, como era previsible, la dupla Lapadula-Bacca no aportó nada, más que la inagotable avidez (pero infértil) del Italoperuano, y la desconexión total del colombiano, en su inminente último partido con el diavolo.
Transcurrieron los minutos y, por una vez, los cambios introducidos por Montella surtieron efecto. En una triangulación exquisita al filo del área, Matías Fernández filtró un pase que superó el muro defensivo y llegó hasta Deulofeu que, muy certero y al primer toque, definió al primer palo. Luego Honda, que sustituyó a un silbadísimo Bacca, cobró un tiro libre perfecto para sorprender a Mirante y firmar el 2-0 de la tranquilidad. Merecido gol del jugador nipón, que se merece todo nuestro respeto por su inmensa profesionalidad en estos casi 4 años en el Milan. Por último, Lapadula anotaría, en el área de meta, el gol de la algarabía, el 3-0 que certificaba nuestra vuelta a Europa.
No nos podíamos seguir imaginando otro año más sin poder ver al Milan más de una vez por semana, y por fin hemos tenido, la sintesís perfecta, entre continuidad y suerte para conseguir el objetivo. El mismo era de vital importancia para la restructuración del nuevo equipo, pues muchos jugadores de alto nivel no desean ir a un club donde solo se compita por la liga y por la desaborida copa. Ahora nos queda reflexionar profundamente en los jugadores que deben permanecer la próxima temporada, y los que han de llegar. Si se invierte bien, y siendo soñadores, ¿Quién nos quita la posibilidad de llevarnos el único trofeo que nos falta, la Europa League; y por consecuencia, clasificar a la tan anhelada Champions League? Confiemos en Mirabelli y Fassone que de momento están trabajando afanosos por dichos objetivos.
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