Hace un calor insufrible. El balón descansa sobre el punto de penalti, ignorante de lo que está a punto de suceder. Los flashes se suceden vertiginosos. Paulo enfoca el centro del esférico mientras es oteado, desde las alturas, por un colosal pero adolescente portero. Dybala empieza su carrerilla con un fugaz skipping. Apoya su pie derecho e impacta elegantemente la bola. Esta se reincorpora de su sueño y dibuja una parábola casi imperturbable. Ese "casi" debería empezar con la "G" de Gigio. No sabemos cómo pero Donnarumma voló a su izquierda y sacó una mano incomprensible. Su primer día en el Olimpo.
Tras esa aleluyada acción, Gigio nos ha obsequiado toda una serie de exhibiciones impropias para un deportista de su edad. Sin embargo, como todo en esta vida, nuestra historia de amor con él ha tenido un sabor agridulce.
Recuerdo cuando lo vi por primera vez. Un niño de 16 años ante todo un Real Madrid. Le tocó enfrentar una tanda de penaltis contra el conjunto merengue ¡Mamma mía! Una criaturilla midiéndose al club blanco. En todos los lanzamientos, optó por tirarse a su izquierda hasta que malogró la tentativa de Kroos. La tanda se alargó hasta que el propio Gigio falló su "rigore" ante Casilla. Quizá esta sea una metáfora de su corta carrera en el club lombardo: Del extásis al tropiezo.
Meses después, el General Sinisa, lo alineó en sus tropas ante el incómodo Sassuolo. A partir de ahí, el niño empezó a convertirse en señor. Sus intervenciones no dejaron indiferente a las billeteras de la élite europea, pero Gigione una y otra vez se besaba el escudo como si fuesen los labios de un amor coetáneo. Sin que nadie se lo pidiese, declaró su amor por el Milan y nos enamoró a todos, al unísono. Muchos sabíamos que tantas paradas antológicas, harían enronquecer la codicia del de siempre, Raiola. Y así fue.
Verano de 2017 y, un claramente coaccionado Donnarumma, deja su futuro en el aire. Suenan las alarmas. No entendemos nada... No queríamos entender nada. Tras varios rifirrafes con los tifosi, Mino consigue su objetivo: Un salario holgado más la contratación del bueno de Antonio. Esto sentó mal a un milanismo que creía más en cuentos de amor y lealtad, antes que en la hegemonía del poderoso señor euro.
Bien, Donna, ahora ganas 6 millones, justifícalos. Y no, no ha podido hacerlo. Sus piernas no pueden rebotar con el mismo ímpetu de otrora, cuando era un canterano y no tenía a un avaricioso agente menoscabando su milanismo.
El karma tarda pero no es misericordioso. Donnarumma trunca la remontada del Milan ante los Gunners- Bueno, ya nos había sacudido el árbitro y su imaginación- con una cantada. Vale, Gigione, no pasa nada. Eres joven y son cosas que pasan.
Final de la Coppa. El equipo aún se está reincorporando tras el directo que conectó Benatia. Douglas, con un remate amateur, supera a Donnarumma. Para más inri, unos minutos después, vuelve a ser generoso esta vez ante Benatia. "Gigio...". Las críticas oportunistas vuelven a florecer. Señalan a la cuenta bancaria del portero, señalan a Antonio, señalan al pizzero. Yo mismo, con el dolor de la derrota ante la Juve quemándome las entrañas; aupé a Donnarumma y animé al resto a hacerlo. Pero hay ciertos umbrales que una vez pasados, no tienen posibilidad de retorno. Hay heridas pequeñas que se vuelven llagas intratables.
Una vez despachada la E.L y la Coppa, no nos quedaba otra que centrarnos en conseguir el billete directo para la "champions naranja", sin escalas en algún país del este para disputar una triste previa. En un partido insípido y desquiciante; teníamos todo para ganar gracias a que Frankie interpretó la ley del ex. Minuto 92 y Donnarumma se merendó un vulnerable testarazo de Masiello. Nos vamos con un punto de Bérgamo que sabe a vinagre.
Concluye la cita y Gigio, tan inoportuno como un puberto, se dirige hasta la Curva Sud para ofrecerles su camiseta. Volvió con ella, cabizbajo y maldiciendo mientras se dirigía al vestuario.
No Gigio, no era el momento. No Gigio, fue precipitado. No Gigio, tu camiseta estaba demasiado fría donde se supone que debería estar tu corazón. No Gigio, así no.
Desearle mal a un deportista es tan ridículo como deleznable, pero es lícito- y en este caso hasta ético - pedirle educadamente que se vaya. El lazo se ha roto, cada vez estamos más distantes con él. Somos antípodas y el hielo crece, incontenible, entre afición y portero, entre madre e hijo.
Gigio, no voy a mentirte. Te quiero, tanto como a Cutrone, a Locatelli, a Hakan o a cualquiera que se deje la vida jugando con la rossonera. Y por este mismo cariño y respeto que te tengo, te pido que cojas tus 6 millones, que cojas a tu noble hermano y te vayas. Basta de tensión en la portería. Basta de que Tuttosport se lucre con tu nombre y tus posibles destinos. Basta de soportar y mantener la diplomacia con tu agente. Basta de fingir una reciprocidad con nosotros que parece que no sientes. Basta de opacar el protagonismo del Milan con tu condición de Rockstar de la portería.
Coge tus cosas, hijo. Gracias por todo, dame un abrazo, y... Ya sabes donde está la puerta.
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